13 mar 2009

Mi Jacarandá

Doña Esperanza entró muy despacio a la habitación de Fernandito, levanto las manos y corrió las cortinas.
Inmediatamente el sol le robó a Fernandito media habitación, quedandose instalado para siempre en su recuerdo.
Fernandito, que se estaba haciendo el dormido, miraba de soslayo lo que estaba haciendo su abuela. Él no decía nada.
En eso su mamita se le acerca y le dice en voz baja que se levante, que es sábado y que tiene su rico desayuno esperándolo en el comedor.
Fernandito adoraba los sábados.
Los adoraba porque sabia que su mamita Esperanza se levantaba muy temprano para ir a cocechar higos a la huerta de su casa y luego los trataba con delicadeza para hacer mermelada y untarlas al pan.
Fer tardo unos cinco minutos más.

Fernadito se levanto, se lavó la cara, se cepillo lo dientes, se cambio y desayuno contento.
Desde su comedor se veía aquel árbol hermoso lleno de flores azul-violeta que bailaban con el viento primaveral.
Su balcón molinero se le incrusto de lleno en su memoria.
Mientras Fernandito desayunaba, el viento hacía bailar aquella flores tan hermosas que sin querer se estaban haciendo complices del recuerdo de Fer.
Fernandito termino su desayuno con una gran sonrisa y salio corriendo hacía aquel árbol, cruzó la asequia y se sento debajo de el.
Levanto la mirada y cayo sobre él una flor; la flor más hermosa que había visto en su corta vida, pero no entendia que significaba. En eso giro la cabeza y vio que su mamita Esperanza lo vigilaba con ternura desde su ventana....desde su Jacarandá.












9 mar 2009

La Tarantula negra

Laura estaba asustada por los truenos que retumbaban en el cielo. Afuera la fuerte lluvia y el viento que caía sobre el tejado, hizo temblar la calamina del cuarto donde dormía. Su abuela Esperanza estaba a su lado cuando empezó a llorar.
Fernandito que estaba durmiendo profundamente con su mamá Norma no sintió ni truenos ni lluvia, lo único que sentía eran los latidos del corazón de su madre. Soraya, que había llegado el fin de semana al pueblo, estaba durmiendo en una pequeña cama pegada a una carpeta de color marrón, que la dirección del colegio se la presto a Doña Esperanza para que hicieran la tarea sus nietos.
Doña Esperanza se levanto sorprendida al escuchar el sollozo de su nieta y no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Al girar la cabeza hacía su derecha vio que su nenita estaba con la manta sobre la cabeza y llorando. ¿Qué pasa Laurita?, ¿Por qué lloras?, no es nada nenita. Ya pronto pasara la lluvia. Ven échate conmigo. Le dijo su mamita Esperanza.
Laurita que ya estaba más tranquila se levanto de su cama y fue hacía la de su mamita Esperanza que la cobijo y la lleno de besos.
Laurita durmió.

La primera en despertarse fue Soraya ya que tenía muchas ganas de ir a montar caballo con Carlos Flores, un amigo que conoció en los últimos días del mes de abril de 1981 en el festival de la chirimoya, quien le hacía sentir cosas en el estomago cada vez que lo veía.
La alegría que había dentro del cuarto donde dormían se hizo notoria pues era el último día de clase e iba a empezar las fiestas patronales del pueblo de Callahuanca. Unas fiestas que nadie quería perdérselas y mucho menos la familia Cisneros que cada año asistían porque su madre, Doña Esperanza era profesora de primaria en dicho centro y además porque ya tenían muchos amigos en todo el pueblo.
Uno a uno se fue levantando de la difícil noche que pasaron a causa de los truenos y de la lluvia golpeando el tejado de calamina, pero le restaron importancia ya que estaban muy contentos por lo que se venía.
Doña Esperanza se levanto y fue hacía el baño y se alisto lo más rápido posible, ya que pronto tenía que salir al patio a reunirse con los demás profesores del centro para hacer formar a los alumnos. Doña Norma que por ese entonces estaba de vacaciones alisto a su sobrina Laura y a su hijo Fernando para que fueran al colegio, pero sin ninguna prisa, total ellos vivían en el mismo colegio y tenían más consentimiento que el resto del alumnado.
Laura cursaba el tercer grado de primaría y Fernandito la acompañaba en clase. Era un alumno libre. Sin tareas ni obligaciones.
Él decía que había repetido el primer año y es por eso que estaba otra vez aquí en Callahuanca haciendo primer grado, pero no se daba cuenta que donde estaba era un aula de niños de tercer grado, que por suerte su mamita Esperanza llevaba el aula.
Al terminar la formación todos los niños corrieron a sus respectivas aulas seguidos por sus profesores, algunos de los cuales se quedaron charlando un poco de cómo se iba a realizar la clausura y todo sobre los preparativos de las fiestas patronales.
Las señoras que preparaban el desayuno a los alumnos estaban corriendo por medio del patio para tenerlo todo listo para cuando suene la campana y empezar a dar el muy esperado desayuno, el último desayuno, antes de que empiece las vacaciones. Unas enormes tasas de quaker con leche que a los niños les encantaba.
Fernandito, que no se despegaba nunca de su prima Laurita, decidió que ahora si quería hacerlo. Lo único que no lo iba a dejar, porque pronto iba a comenzar la última clase y ver todo sobre la clausura; claro que Fernandito no tenía nada que ver con todo ello, pero su prima Laura que tenía mucha prisa por encontrarse con sus compañeros de clase lo jalaba del brazo y en algunos momentos de los pelos.
Doña Esperanza que estaba en el patio con los demás profesores vio de reojo que sus dos nietos estaban que se jaloneaban, pero nos les hizo mucho caso, total ya se acababa las clases y no era un día para enojarse con ellos. Sonó la última campanada que daba aviso a los alumnos que ya no deberían estar en el patio y por consiguiente todos tendrían que estar en sus salones con las puertas cerradas a la espera de que llegase su profesor.
Cuando Laurita por fin logro convencer a su primo Fernandito para entrar al salón, vio que algo muy rápido entro por la puerta del salón. No se percato que era, solo vio una sombra que se movía muy rápidamente por el suelo.
Fernandito cedió y se sentó a lado de Laurita que ocupaba la primera fila de clase, abrieron sus mochilas y sacaron las tareas que les había dejado su mamita Esperanza. Roberto y Mariela que se sentaban a lado de ellos, hicieron lo mismo. En la otra fila Susana y Fátima los siguieron. Todos querían ver cual era el resumen que habían sacado del paseo que hicieron al Río Santa Eulalia el día anterior, donde pasearon entre los árboles de chirimoya y las plantaciones de manzanas que había alrededor del colegio. Los veinticinco niños que tenía a cargo Doña Esperanza fueron al paseo. Todos comentaban que lo habían pasado muy bien, que les encanto pescar a los pequeños renacuajos que se posaban en las orillas del río. Ese día corrieron, saltaron y jugaron entre los árboles de chirimoya y de pacay. Se escondían entre los manzanales y lo que menos hacían era ir por el camino de Santo Domingo, pero daba igual, porque la profesora Esperanza conocía muy bien el camino al río. No se iban a perder.
Entre que iban al río hacían pequeños descansos, donde Doña Esperanza, una profesora muy cariñosa con sus alumnos, les enseñaba la arcilla roja que había en la tierra. Hacía figuras y cogía mas arcilla para dárselas a sus alumnos e hicieran sus propias figuras, luego todos se lavaban las manos en los riachuelos que caían entre los sembrios. ¿Qué bonita tarde hemos pasado, verdad?; Ese era el comentario dentro del salón. Al entrar la profesora Esperanza todos los alumnos se pusieron de pie. Una norma que había implantado el colegio para cuando entrara un maestro o el director o cualquier persona mayor ajena a la escuela.
Antes de que la mamita Esperanza diera comienzo a la última clase, laurita volvió a ver la sombra que vio antes de entrar al salón, pero esta vez lo vio más claro y lo peor de todo era que trepaba por las paredes del salón.
Fátima grito y los demás niños se asustaron, Laurita que ya lo había visto, pego otro grito más fuerte y Doña Esperanza que no sabía el porque de tanto escándalo giro la cabeza hacía la pizarra, y fue ahí cuando vio una enorme tarántula que bajaba nerviosa por la esquina de la pared.
Bajaba rápidamente.
Doña Esperanza giro y la tarántula la miro fijamente y todos la miraron fijamente, ella la miro fijamente.

Con mucho cuidado y sin hacer ningún tipo de ruido, Doña Esperanza camino hacía los alumnos y les ordeno que se pusieran detrás de ella.
La tarántula era negra con sus patas naranjas y enorme, un terror para los niños que se encontraban en el salón. La tarántula la siguió mirando.
Todos los niños se quedaron detrás de Doña Esperanza esperando la reacción de la tarántula, o la de la mamita Esperanza. No decían nada.
Don Roberto que se había quedado un rato más hablando con el director del colegio sobre las medidas de seguridad que se iban a implantar en estas fiestas, decidió ir a informarle a Doña Esperanza todos los pormenores.
Al entrar por la puerta del salón del tercero A, la reacción que tuvo Don Roberto fue desconcertante. Vio que todo el mundo estaba pegado a la pared y con una cara de pánico. -¿Qué les pasa a todos ustedes? –, Pregunto.
No haga mucho ruido y pase. Ayúdeme a matar a este bicho. Le dijo Doña Esperanza.
Don Roberto que ya llevaba la cara de miedo desde nacimiento, entro con mucho cuidado y sin hacer ruido cogió un palo de escoba y se la tiro a la tarántula. El bicho negro corrió más de prisa y aterro a todos dentro del aula. Doña Esperanza se puso muy nerviosa y decidió que todos saliéramos al patio. Laurita que era una niña muy osada salió del aula y fue directamente al jardín. Cogió una enorme piedra y regreso con ella directamente al salón. Doña Esperanza la vio decidida y se aparto. Laurita lanzo aquella piedra a la tarántula con mala fortuna que el bicho salió ileso. Enseguida los demás niños hicieron lo mismo que Laurita y fueron al jardín a coger piedras para matar a esa enorme bestia; que era como la llamaban.
El aula se convirtió en una batalla campal entre el bicho y los alumnos del tercero A. La lluvia de piedras era total. La osadía brutal.
La mamita Esperanza al igual que Don Roberto, gritaban a todo pulmón: ¡Por ahí!... ¡A la derecha!... ¡Cuidado Fatima!...
Hasta que la piedra de Laurita dio de lleno en la panza de la tarántula.
Aquel bicho cayó de lleno al suelo y fue ahí donde Don Roberto con la escoba hecha añicos la barrio hacía el patio para que todos los alumnos del tercero A la rematasen. Uno a uno fue acribillando a la pobre tarántula hasta quedar hecha papilla.
La heroína de aquella mañana invernal fue sin duda Laurita.

La mamita Norma salió enseguida para ver aquel acontecimiento y se aseguro de que lo que había pasado no se olvide jamás, he hizo una foto.